Da: "Nello Margiotta" A: Oggetto: ARGENTINA:Imágenes de un naufragio Data: mercoledì 27 marzo 2002 23.28 Marcela Valente BUENOS AIRES, 27 mar (IPS) - El naufragio de Argentina conduce a mujeres y hombres empobrecidos a intentar recursos desesperados, como vender su cabello o su sangre, lanzarse sobre un camión de ganado accidentado para faenar allí mismo a los animales o a permanecer en fila para otros a las puertas de un banco durante toda la noche. En todos estos casos, que se registraron en la última semana, hay rasgos comunes. Hay una reacción desesperada, espontánea, improvisada y masiva, determinada por la necesidad elemental de conseguir alimento. En diciembre, la misma presión había llevado a muchos al saqueo de supermercados. El propietario de una fábrica de pelucas de la ciudad de Rosario, en la nororiental provincia de Santa Fe, comentó en una entrevista radial que la devaluación del peso encareció las importaciones y su empresa se quedó sin el insumo básico para las cabelleras artificiales. La solución fue anunciar la compra de cabello. La reacción del público superó todo lo imaginado por los dueños de la empresa, Beauty Center. "Llegaban familias enteras, algunos recorrieron 30 kilómetros en bicicleta con los hijos, traían el cabello ya cortado o nos pedían que se lo cortáramos nosotros de un tijeretazo", dijo Ana Durán, de Beauty Center. Y se volvían con 10 o 15 pesos (tres a cinco dólares) cada uno. Se presentaron 400 personas en dos días y hubo incluso quien dijo que lo hacía "para poder pagar la cuota" del automóvil que había adquirido. El pago fue de 300 pesos por kilo de cabello (unos 100 dólares). Pero nadie podía ofrecer mucho más de 30 gramos. Sin proponérselo, la fábrica compró en esos dos días el material que necesitará todo el año para sus pelucas, destinadas principalmente a personas que pierden el cabello por tratamientos de quimioterapia. "Estuvimos comprando cabello en mal estado, que sabemos que lo vamos a tirar, pero lo hicimos porque la gente estaba desesperada, nos decía que no tenía para comer, y nos ofrecía a todos los hijos para cortarles el pelo. Estaban dispuestos incluso a que les cortáramos sin darle ninguna forma, pero nosotros contratamos a un estilista", relató Durán. La depresión económica comenzó hace más de tres años y se profundiza. La pobreza ha aumentado hasta alcanzar a 44 por ciento de la población, o 14 millones de personas, según información oficial. Y el desempleo abierto afecta a casi 24 por ciento de la fuerza de trabajo, de acuerdo con estudios privados. La devaluación dispuesta en enero determinó el aumento de la canasta básica de alimentos y cayeron los salarios de los que tienen empleo. El poder adquisitivo bajó para todos, y el mayor impacto lo sintieron quienes perciben el magro subsidio previsto para jefes o jefas de hogar sin empleo. Numerosos desempleados se ofrecen para guardar turno para terceros ante los bancos, para comprar dólares que desde este lunes se vendieron a una cotización regulada en algunos bancos y casas de cambio. Ese servicio se paga desde 15 a 100 pesos, según la ubicación en la fila y los movimientos del mercado cambiario. Trece por ciento de las personas que estaban en las larguísimas filas -de hasta 600 metros- confesaron a la empresa de encuestas IBOPE que ocupaban el lugar para otros. Un hombre que se ubicaba entre los primeros frente al estatal Banco Nación comentó que estuvo allí toda la noche y que ya había recibido un anticipo del cliente a quien reservaba el turno. Era un ex empleado de la empresa Aerolíneas Argentinas, que trabajó allí durante 22 años, hasta su despido. Tiene 40 años y tres hijos y hace dos años que no consigue más que trabajos eventuales. "Una vez que cobre me voy a donar sangre. Me ofrecieron 15 pesos", comentó. Quien le pagó por esperar hasta que el banco abriera sus puertas fue una mujer, que consultó a los 10 primeros de la fila. Debía acompañar a un familiar hospitalizado. Los medios de comunicación destacan esos episodios como una nueva manifestación de la crisis social que hace tres meses se tradujo en el saqueo de supermercados y de otros comercios, con un saldo de 30 muertos. Los saqueos precipitaron la renuncia del presidente Fernando de la Rúa, el 20 de diciembre. Una radioemisora de Buenos Aires llamó el martes al economista Marcelo Lascano, asesor de organismos multilaterales, para consultarlo acerca de la desconfianza que llevaba al público a aguardar largas horas frente a los bancos para canjear pesos por dólares. Lascano respondió con otra pregunta. "¿Y qué opina usted de la gente sacrificando animales brutalmente para comerlos?". El economista no salía de su asombro tras ver en imágenes de televisión a varios centenares de personas que descuartizaban a los animales transportados por un camión de ganado que volcó cerca de Rosario, la segunda ciudad por población de Argentina. Se trataba de 22 vacas. El conductor del camión fue llevado a un hospital y habitantes de la zona, en una ruta de la provincia de Santa Fe, no se hicieron esperar y rodearon a los animales. Mientras el personal de una ambulancia y la policía trabajaban en el accidente, los vecinos pidieron a los agentes que se les permitiera sacrificar allí mismo a los animales, para asar la carne y comerla. El ganado, que estaba destinado a un frigorífico, fue entregado a quienes lo reclamaban después de algunas discusiones y forcejeos. Así, de manera improvisada, unos 400 hombres y mujeres se abocaron a la tarea. Entre tres y cinco personas se ayudaban a despedazar cada animal de manera improvisada. "En mi familia somos 30 y ninguno de los hombres trabaja", decía desesperada una mujer, con la ropa ensangrentada por la carnicería. Un hombre joven criticó a los dirigentes políticos, que no han aportado las soluciones demandadas por la crisis. "Ellos viven bien y comen bien, no tienen problemas. En cambio, nosotros nos estamos muriendo de hambre, pero nos ayudamos y vamos a repartir todo esto", prometió, señalando a los animales carneados. Habitantes de la localidad de Deán Funes, en la central provincia de Córdoba, se presentaron este miércoles en el área de comercios y supermercados para pedir comida, mientras varios gendarmes custodiaban el lugar. Los locales cerraron sus puertas y repartieron bolsas de alimentos para calmar a la multitud. Marta Martínez, una jubilada de 75 años, de clase media, comentó a IPS que nunca había vivido una crisis como la actual. No se refería especialmente a su situación personal, sino a los casos angustiantes que la rodean y a familias numerosas que no tienen lo elemental para subsistir. Martínez se reúne en Buenos Aires con un grupo de jubiladas para tejer ropa y donarla a las provincias. Pero sabe que eso no basta, un comentario muy repetido estos días entre las organizaciones de ayuda social, que vieron mermar las donaciones y aumentar de modo exponencial los pedidos de asistencia en alimentos y vestido. "En mi infancia se vivía la crisis del 30, y la gente hablaba mucho de eso y de la falta de trabajo. Pero nunca -repitió con énfasis-, nunca se llegó a lo que se está viendo ahora, a una situación tan desesperante y angustiosa como esta", aseguró la mujer, con la voz quebrada por la impotencia.(FIN) Nello change the world before the world changes you because another world is possible www.peacelink.it/tematiche/latina/latina.htm