Da: "Nello Margiotta" A: Oggetto: Venezuela: ¿Que se vaya Chávez? Data: venerdì 30 novembre 2001 1.13 ALAI, América Latina en Movimiento 2001-11-22 Andrés Cañizález Caracas La consigna que empieza a escucharse en Venezuela de que el presidente Hugo Chávez deje el poder, que se mueve en un terreno hipotético aún, colocaría al país en un agravamiento de la crisis política e institucional que se viene evidenciando en los últimos años y de la cual el hoy mandatario es un claro producto. Chávez ha aclarado que no renunciará, por lo que su salida del poder podría ocurrir o bien por una declaración de incapacidad mental por parte del parlamento, por una solicitud de cuatro millones de firmas y en medio de un engorroso proceso de verificación, o por un golpe. Existen sectores políticos y económicos de Venezuela que están apostando a una o varias de estas opciones de forma simultánea. Chávez sigue gozando de un importante nivel de popularidad entre los sectores más pobres del país, pero prácticamente ha roto los canales de vinculación con el empresariado, los sindicatos y la clase media. En medio de este escenario, la oposición política sigue sin tener una fuerza suficiente como para representar un contrapeso de importancia y algunas figuras públicas están actuando desde ya como si estuviesen en el período del postchavismo. Algunos sectores sociales y políticos sostienen de forma sensata que una salida de Chávez en este momento no resolverá la crisis del país y bien al contrario, la agudizaría. Al no contar Venezuela con un tejido socio- político sólido -situación que justamente favorece el liderazgo personalista del presidente-, la salida precipitada del jefe de Estado crearía un vacío de poder que podría ser copado por sectores de la extrema derecha (militar, política y empresarial) con el apoyo de Estados Unidos. Tampoco resulta viable, para los que apuestan por construir el país, que la opción sea jugar al desgaste completo del gobierno para conducir a una situación de ingobernabilidad que también desencadenaría una reacción de difíciles e impredecibles consecuencias para Venezuela. En esta coyuntura, la opción menos traumática parece ser -incluso para los que sostienen una visión crítica de la gestión de Chávez- apostar al sostenimiento del gobierno y presionar porque el presidente cumpla cabalmente con la plataforma de cambios políticos y sociales que justamente le allanó el camino a la presidencia. El gobierno de Chávez es el del vamos. En cada una de sus alocuciones el presidente anuncia grandes planes, vamos a hacer esto o aquello, pero en la práctica en febrero cumplirá tres años en el poder y gran parte del tiempo de su gestión se le habrá ido en debates prolongados y estériles con pocos resultados, por ejemplo en materia social, que exhibir. Es un gobierno de la confrontación, tiene poca o casi nula capacidad de tejer alianzas, e incluso el mandatario expulsa con frecuencia y ante la opinión pública a sectores políticos que le han apoyado o bien a agrupaciones que públicamente le solicitan un espacio de diálogo. Es un gobierno de la ineficacia, tiene una limitada ejecución de los planes que diseña e incluso una también limitada capacidad de diseñar el país del cambio al cual apostó la mayoría de los venezolanos. Con este panorama, el reto parece apuntar a presionar socialmente a cambios dentro del gobierno, que no pasan solamente por la entrada o salida de colaboradores, sino por el establecimiento de prioridades, la elaboración de planes a corto y mediano plazo, y la vigilancia social sobre estos programas. Esta dinámica debe ser dentro del más amplio abanico de alianzas y diálogo entre los sectores que no desean un regreso al modelo político prechavista, los que defienden lo alcanzado en la Constitución Bolivariana de 1999 y que desean que la carta magna no se convierta en letra muerta, y los que se oponen a dejar en manos de la extrema derecha la conducción del proceso político. Esa debería ser la plataforma para una convocatoria amplia no para defender al presidente, sino a la institucionalidad y para descartar una vuelta atrás, en un momento en que comienzan a vislumbrarse alianzas entre los sectores que juegan a una salida de fuerza para sacar a Chávez del poder. Obviamente, este proceso que se vislumbra entre algunos sectores progresistas, debe ser impulsado y refrendado desde el poder presidencial, prácticamente el único poder real en este momento (además de la esfera militar) con una capacidad de generar espacios de diálogo y alianzas que hasta ahora no ha demostrado. Las respuestas de Chávez, en medio de este complejo panorama, resultan preocupantes. A los cacerolazos que empiezan a escucharse cuando él habla en cadena nacional, se responde con cohetes y fuegos artificiales de los revolucionarios; a los rumores de golpe militar se responde con un aumento salarial dentro de las Fuerzas Armadas; a la convocatoria empresarial de un paro en protesta por la falta de diálogo se responde diciendo que se trata de una cúpula no representativa; a las críticas contra un conjunto de leyes aprobadas en pocas semanas se responde con que existe una conspiración mediática para restarle reconocimientos al gobierno. Con este tipo de respuestas, que no reconocen problemas reales, se aleja el presidente de un espacio de diálogo y encuentro, que constituye en la actual coyuntura la vía necesaria para el sostenimiento de su gobierno dentro de un marco institucional. Nello change the world before the world changes you www.peacelink.it/tematiche/latina/latina.htm